domingo, 3 de octubre de 2010

365 DÍAS

Hoy domingo, 3 de octubre de 2010, llevamos un año sin tener noticias de Lourdes.

 En el seno familiar, este día se ha intentado  vivir con absoluta normalidad. No hemos permitido que los convencionalismos ni la agobiante presión mediática trastoque la vida de la casa de Lourdes. No estamos dispuestos a aumentar innecesariamente el sufrimiento de Antonio y de Encarna con concentraciones, recordatorios ni ningún otro tipo de evento. Y por supuesto, hemos evitado que estos mayores, seres tan entrañables y queridos por muchos, perciban la presencia de un solo micrófono, parabólica, o cualquier otro tipo de artilugio relacionado con el cuarto poder en su entorno. Ya tuvimos ocasión de comprobar, con ocasión de las últimas actuaciones de la Guardia Civil en el paraje El Mahúllo, lo delicado del equilibrio emocional, que con tanto coraje se ha conseguido alcanzar en esta familia, lo fácil que es quebrarlo, y lo difícil que resulta restituirlo. 

En ese santuario que debería ser la casa de Lourdes -y espero que así lo comprenda el personal que se dé por aludido-, en ese hogar destrozado, donde las lágrimas son moneda de uso común, sólo se debe llegar con el corazón limpio de cualquier interés que no sea otro que la solidaridad con la familia y la evocación sincera del recuerdo de Lourdes. No nos valen ya, a estas alturas, falsos argumentos pseudosolidarios, que encierran tan sólo intereses empresariales. Con Lourdes, no.

Algún representante de los medios me preguntaba, casi me afirmaba, en los días previos al de hoy, durante los cuales éste que les escribe se ha afanado en contener la marea mediática -previsible por otra parte- que si este día no iba a suponer un mazazo para la familia al revivir la ausencia de Lourdes. Un servidor, que suele ser respetuoso e incluso comprensivo, tuvo que reprimir sus ganas de reir por lo absurdo de la pregunta. O de llorar.

Quizá desde un punto de vista informativo tenga alguna relevancia el conocer la respuesta. Puede ser que alguien que se acerque al kiosco, ponga su tele o sintonice su emisora en el coche cuando se dirija al trabajo reviva, viva de nuevo, la ausencia de Lourdes y esto le genere automáticamente algún tipo de sentimiento, bien sea de solidaridad, lástima, impotencia, rabia...pero ¿la familia? ¿Cómo se puede concebir que la familia reviva los sentimientos con ocasión del "Primer Aniversario de la desaparición de Lourdes García Carreño"? Eso es sólo un titular periodistico, pero cuando menos, nos parece una falta de respeto. ¿Es que la familia García Carreño ha dejado de revivir en algún momento desde aquel fatídico día la ausencia de esta hija? ¿Es que ha pasado un solo día, un solo segundo, de cosciencia o de incosciencia en que Lourdes no haya estado presente en nuestros pensamientos? No. Y sinceramente creo que a cualquiera que desgraciadamente viva esta situación le ocurriría lo mismo.

Un año son 365 días y pico. La familia de Lourdes anhelaba hoy su presencia con la misma viveza los días pretéritos a la fecha señalada, tal y como lo hará en los días posteriores, es decir, con la máxima intensidad. Al límite del sufrimiento humano. Viviendo, como dice Encarna porque,  " ...no hay más remedio que seguir viviendo ya que no podemos morirnos".







Hoy, los padres de Lourdes se han levantado temprano, como siempre. Como muchos domingos, han decidido ir a comer a algún paraje recóndito de la Sierra de los Filabres, lejos de vecindarios y de coberturas. Antonio ha ido a coger setas a sus parajes secretos, aquellos que solo los viejos del lugar conocen bien; donde, si llueve durante algunos días, pueden encontrarse hermosos ejemplares de hongos, que son recogidos con primor por sus manos expertas y preparados no con menos pericia en la cocina de Encarna. Ella esperaba mientras tanto en el coche. Hoy hacía mucho viento y no quería coger frío.  No ha llovido hace tiempo y la cosecha ha sido exigua.

Poco después llegamos Encarni y yo. Tras una marcha por la sierra en la que Antonio ha hecho gala de sus conocimientos del terreno: "Por allí pasa una tubería enterrada que sale de aquella mina;  en aquellas eras vine yo a trillar trigo cuando era joven; en aquél cortijo vivía un señorico del pueblo; esas ruínas son del anejo donde se crió fulana..." nos hemos sentado a comer bajo unos pinos.



Antonio, Encarna y Encarni preparaban la mesa. Con cuidado la han limpiado de agujas de los árboles y han extendido el mantel. Mientras, yo me asombraba de la naturalidad con la que estaba trascurriendo el día; de las actitudes que todos estábamos adoptando. Tranquilidad. Resignación. Esperanza. Valores que son los que siempre están presentes en las vidas de estas personas, pero que hoy adquieren un significado especial por la entereza con la que son asumidos.









 Hemos disfrutado de las setas de Antonio, el conejo al ajillo de Encarna y las papas a lo pobre de Encarni. Hemos hablado e incluso Antonio, un tanto reticente a conversar mientras come, ha participado activamente en las charlas. Nos hemos sonreído cuando así lo requería el tema. Hemos hablado de Lourdes de manera natural, como si siguiera viviendo en su casa aún y utilizando sin tapujos el Presente de Indicativo: "...a Lourdes le gustan los ajos; Lourdes se parece a tí en..." Encarna ha recordado con cariño lo que le gusta asistir a Lourdes todos los años sin falta a la berrea, hecho este que se produce en septiembre en los parajes en los que nos encontrábamos. Ahí se ha emocionado, y el recuerdo de su hija y de su amor por la naturaleza han hecho aflorar las lágrimas a sus mejillas. Pero pronto todo ha vuelto a la normalidad, y la berrea ha sido sustituída, en nuestra animada charla, por las diferentes clases de setas. Luego nos hemos ido.

Hoy he tenido el privilegio de compartir unos momentos entrañables junto a una familia que me ha acogido con un inmenso corazón sin reparos. Pero nada ha cambiado con respecto a ayer. Seguimos buscando a Lourdes con la misma intensidad. Seguimos esperando a Lourdes con las mismas esperanzas.






 



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